Los discursos parlamentarios de Práxedes Mateo-Sagasta

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Legislatura: 1858-1860 (Cortes de 1858 a 1863)
Sesión: 26 de febrero de 1859
Cámara: Congreso de los Diputados
Discurso / Réplica: Discurso
Número y páginas del Diario de Sesiones: n.º 63, 1.552, 1.553
Tema: Petición núm. 43. Estatua de Mendizábal

El Sr. SAGASTA: Empezó antes el Sr. Romero Ortiz, y confirmó la misma idea el Sr. Pidal, manifestando que la cuestión de la estatua de Mendizábal se rebajaba y pisoteaba trayéndola aquí a discusión. ¿De cuándo acá se rebaja nada de lo que aquí viene a discusión? ¡Aquí, donde se discute lo más grande, lo más santo, lo más sagrado de la sociedad, que es la ley! No hay nada, absolutamente nada, que se rebaje con traerlo aquí a discusión. Al contrario, donde se discute la ley, que es lo más grande, lo más sagrado, lo más santo de la sociedad, puede discutirse todo, sin mengua de ninguna especie. Nada más tengo que decir al Sr. Romero Ortiz ni al Sr. Pidal respecto de este punto.

Preguntaba el Sr. Romero Ortiz que cómo no suscribían esa exposición los individuos de la Comisión de la estatua de Mendizábal. Yo no diré ni una palabra sobre este punto, porque dejo la defensa de esta Comisión al Sr. Madoz, que lo hará infinitamente mejor que yo. [1.552]

Pero el Sr. Romero Ortiz preguntaba también a los individuos que firmamos ese dictamen, si habíamos sido nombrados casualmente para la Comisión. Su señoría lo sabe perfectamente; en la Sección donde yo lo fui estaba S. S., estaba el Sr. Ministro de la Gobernación, y creo, si no estoy equivocado, que fui propuesto por el Sr. Ministro, o por los que estaban a su lado.

Pero por lo demás, ¿qué necesidad teníamos nosotros de buscar votos para ser de esta Comisión? Pues que, ¿era preciso que hubiéramos formado parte de la Comisión de peticiones? No; bastaba que la exposición hubiera venido al Congreso para que la Comisión hubiera emitido su dictamen, cualquiera que hubiese sido, y para que nosotros hubiéramos tenido el derecho de combatirlo si le creíamos contrario a nuestras ideas. Por consiguiente, no ha habido para qué recurrir a esa estrategia, que no hacia falta. Ha sucedido completamente lo contrario de lo que cree S.S.; ha sucedido que los que pensaban presentar esa petición, la han hecho cuando han visto que tenían en la Comisión amigos políticos; y esto es natural que suceda.

El Sr. Romero Ortiz, más bien que para dilucidar la cuestión, ha usado de la palabra para una cuestión si se quiere personal, o de una fracción, y nos ha hablado aquí mucho de los tiros de que fue blanco el Sr. Mendizábal. Es verdad; el Sr. Mendizábal fue criticado, fue censurado, y lo fue por individuos de su partido. Pero eso ¿qué significa? Wellington fue apedreado; muchas veces tuvo que cerrar las puertas de su casa para salvarse de las pedradas, y esos mismos que le apedrearon un día, le levantaron después una estatua. Esto prueba, respecto a Mendizábal, la oportunidad de levantarle la estatua, porque han pasado ya para él los tiempos de las pasiones mezquinas, y ya todos reconocen su mérito. ¿Qué necesidad hay de esperar por más tiempo? Voy a otra cosa.

El Sr. PRESIDENTE: Rectificando.

Sr. SAGASTA: Nada más. El Sr. Pidal me preguntaba si no sería más digna la estatua siendo el resulta del acuerdo del Parlamento, que suscitado por nosotros. ¡Si no la hemos suscitado nosotros! ¡Si la han suscitado todos los partidos! ¡Si la ha suscitado el de S.S., y S.S. también ha contribuido a ello! (El Sr. Pidal: ¿Yo?) También. Pues qué, ¿no ha sido también Gobierno el Sr. Pidal cuando se estuvieron haciendo suscriciones públicamente, cuando se estuvo fundiendo la estatua y cuando vino a Madrid? ¿Pues por qué consintió que continuara ese orden de cosas contrario a las opiniones de S.S.? Entonces Gobierno no se oponía, y ahora Diputado quiere que se oponga el Gobierno. ¡Quantum mutatus ab illo! Que la estatua levantada de este modo no sería por casualidad. Casualidad llama S.S. a una suscrición pública, hecha voluntariamente, que ha dado tan excelentes resultados! Cuando S.S. muera, que yo deseo que no sea pronto, y abran una suscrición para levantar una estatua a S.S., satisfecho puede quedar si tiene la mitad de los suscritores que la de Mendizábal.

El Sr. Pidal creía que yo había dicho que la estatua de Mendizábal no representaba más que la desamortización. Me ha atribuido en esto una equivocación S.S. Lo primero que he dicho aquí era que esa estatua significaba: primero, un premio al célebre Ministro que habiendo desarrollado más que otro alguno la riqueza nacional, moría pobre: segundo, una recompensa al hombre político que pudiendo considerarse como dispensador de Coronas Reales, se veía en la necesidad de ser enterrado de limosna, y así lo hubiera sido sin la generosidad de sus amigos. Ya ve S.S. como en mi opinión la estatua significa más, representa más, tiene mayor importancia. Concluyo ya con el Sr. Pidal.

El Sr. Ministro de la Gobernación ha venido voluntariamente hoy en mi apoyo el día que con menos fuerzas cuento, porque el estado de mi salud no me permite casi tenerme en pie. Por eso yo que no puedo haré lo que vulgarmente suele decirse, hecho el muerto a mi amigo el Sr. Calvo Asensio. Solo diré una cosa. Ya nos ha dicho el Gobierno que quiere levantar la estatua; pero no lo cree oportuno en el momento. Siempre cuando se trata de resolver ciertas cuestiones, surge contra su solución la oportunidad. Esto me recuerda....

El Sr. PRESIDENTE: Señor Diputado, eso no es rectificar.

El Sr. SAGASTA: Voy a concluir. Decía, Sr. Presidente, contestando al Sr. Ministro de la Gobernación, que esto me recuerda a aquel desgraciado que andaba toda su vida en mangas de camisa con una pieza de paño debajo del brazo, esperando la última moda del frac.

El Sr. SAGASTA: Estoy conforme con todo lo que ha dicho el Sr. Pidal respecto a mí. Traer aquí como arma de oposición la estatua de Mendizábal, era rebajar la cuestión; pero no la hemos traído nosotros; la han llevado al Senado los amigos políticos de su señoría al presentar aquella famosa ley.



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